viernes, 21 de junio de 2013

Ateísmo lógicamente



Día a día hay más personas que han decidido abandonar a Dios, desechando su veracidad. Muchas gente, y esto lo he vivido en carne propia, fieles a la Divinidad, ven en esto una necedad en el mejor de los casos, en el peor de ellos creen que quienes carecen de Dios tienen a su hijo, el Demonio, susurrándoles en el oído. Por el otro lado, el Papa Francisco ha expresado una posición de aceptación y respeto a estos hombres y mujeres, a los que solo les pide que sean buenas personas.
Lo que quizá pocos se den cuenta, sobre todo los creyentes, es que el ateísmo es un proceso que la humanidad ha arrastrado desde hace años, y así, a los fieles dedicada, una escritura que espera, aunque sea poco, entrar en su mente: una visión primero histórica, luego religiosa, del ateísmo.
La narración empezará en el siglo IV, cuando en un papel quedó estipulado el cambio de la religión oficial romana del antiguo paganismo al naciente cristianismo. Esa es la aparición más notoria del protoateísmo. Los romanos decidieron (algunos se vieron obligados) a abandonar un Panteón rico en deidades para abrazar una Trinidad que es uno. El olvido de esas figuras es la primera negación de un dios, de muchos dioses.
            Tuvo que pasar algo de tiempo, algunas reformas y contrarreformas, para que un intento igual de grande que el de Constantino se diera. Entonces, en Francia apareció, lleno de filosofías un Robespiere “ilustrativo”, cuya ilusión era acabar con todo vestigio de lo divino, no solo de lo que en ese siglo XVIII continuaba vigente, sino de los rastros históricos que indicaran en algún momento los dioses formaron parte de la vida humana. Tal fue su deseo que cambió los nombres de los días y de los meses para lograr su cometido. Finalmente su cometido cayó por el peso de la sangre que corrió por las calles de París, por la densidad del miedo que inculcaba en el pueblo.
            Entonces los ateos que, del mismo modo que ese líder francés, se habían inculcado con maestros de la ilustración, decidieron hacer paulatino el abandono de las creencias en Dios. En el caso mexicano, por ejemplo, la ley Juárez marcó el paso al quitar a Dios y sus delegados poderes y tierras. En la década de los 20’s del siglo pasado ese intento se vio reforzado en el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles, en el que las tentativas anticlericales conllevaron a la lucha cristera. Al igual que el intento de Robespiere, el de Calles se vio repelido por una fuerza proporcional e inversa a la que él aplicaba. Ambos se deslumbraron con su poder y no vieron que, por una parte, abandonar a Dios es una decisión personal, y por la otra, al igual que el socialismo surgirá, según Marx, del capitalismo, el ateísmo sería una evolución inevitable de las creencias en Dios.
            En el transcurso de este mismo siglo la filosofía se vio apoyada y superada por la ciencia, que con cada descubrimiento desacreditaba a Dios como artífice de todo lo que pasara… y Él nunca dijo nada. El silencio de Dios era la prueba máxima de su inexistencia.
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Los caminos de Dios son misteriosos. Esa es una de las respuestas con las que alguien se puede encontrar cuando discute lo antes dicho con algún creyente “de hueso colorado” y es que, sin intención de ofender a ninguna persona, en el caso “Dios” siempre se puede contar con una respuesta. Es lo bueno de defender a un ente inefable y superior. Así yo también podría hacer y haré, para explicar la existencia del ateísmo.
Cuando Jesús caminó entre los hombres entregó a sus discípulos una oración: el Padre Nuestro. En ella esa figura tan lejana, tan superior, tan temida se convertía en una figura a la que podíamos tener cerca, que nos cuidaba como lo haría un padre. Así, tomando esta relación filial Dios-hombre, podemos contemplar una evolución que se verá en cualquier familia.
En esos tiempos en que los niños se encontraban dispersos y preferían atender a los tíos y a los otros niños que a lo que su propio progenitor les inculcaba, la intromisión de Dios en la vida del hombre era necesaria y, por su deber, obligatoria. He aquí la época de las grandes enseñanzas cuando Dios tenía comunicación directa con la humanidad. Lo vemos caminando entre los primeros padres, apareciendo en forma de rayo luminoso a Caín y Abel, de zarza ardiente Moisés, de voz en el cielo a Noé. Como un padre cuidadoso nos procura de primera mano e incluso hace presunción de la educación que nos ha otorgado como en el caso de Job.
Luego nos entregó un hermano mayor que nos indicara el camino, la cercanía de un hermano aumentaba la posibilidad de que su prole atendiera la vía de la bondad, la belleza y la virtud. Él hizo bien su trabajo. De una u otra manera quisimos satisfacer a nuestro padre. Comprendimos lo que hacía y lo admiramos; queríamos hacerlo feliz. Así que conquistamos en su nombre, le dimos tierra y tributos, hasta que los primos musulmanes vinieron a decir que su padre era mejor. ¿Cómo permitirlo? Eso no se podía. Competimos. Queríamos superioridad. Y así, entre enojo, coraje y pelea, pudimos vivir en armonía, como el caso de España da bien a entender. Finalmente después de mucho pelear y discutir el fervor disminuyó y cada quien pudo adorar a su padre en tierra propia.
Sucedió entonces un cambio importante y nos volvimos en una edad difícil: la adolescencia. Así, siglo a siglo, nos debatíamos entre la independencia o seguir con Él. Madurábamos y contemplábamos huecos en la enseñanza que nos impartía, pero al tiempo apreciábamos las cosas buenas que hacía. Él por su parte nos daba libertad.
Dios nos ha dado camino libre para proseguir con nuestra vida y aunque aún estamos algo aterrados al pensar que pasará sin su protección vamos viendo que el mundo no es un monstruo que nos comerá sin su protección. La época de los grandes milagros y de la aparición de ángeles ha acabado. Lo que nos podía enseñar nos lo enseño, nos defendió cuando debía. Ahora, en ese paso en el que estamos hacia la etapa adulta vemos que no lo necesitamos, que si nos vemos en apuros él (ahora con minúscula) nos tenderá su mano, pero que ahora debemos soltarla, no aferrarnos y demostrarle que las enseñanzas de 4000 años han dado fruto.
Hay quienes lo comprenden, hay quienes simplemente lo sienten, pero así, unos a unos, podremos llegar a la etapa en que nos haremos responsables, en que sabremos que nuestros logros se dan en base a nuestro esfuerzo, en que entendamos que la gente muere y no la sufriremos en las rodillas de dios. Así, los que están preparados se han ligado al ateísmo, los que no se han liberado de la figura de dios lo harán paulatinamente. Es un paso inherente al desarrollo.


-R-

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